Un placer, señor Domínguez
Una de las peores cosas que me ha tocado aprender desde que llegué a Mallorca es a decir adiós a los que se van.
Los ‘forasters’, que somos los que no hemos nacido en la isla (o los que han nacido pero sus padres son de fuera –la mallorquinidad es un término complicado-), nos solemos unir de forma natural. Reconocemos nuestras propias necesidades en los otros y pronto trabamos lazos, lazos que pueden ir de tomar unas simples cervezas a crear una segunda de familia.
Y esta semana se me ha marchado una de las personas que entran en la última categoría (aunque cervezas han caído también, y muchas). No me quiero poner excesivamente sentimental, que aquí no se ha muerto nadie y, como él mismo ha dicho en nuestra despedida, esto no es un adiós, sino un hasta luego. Aún así, me hubiera gustado decirle cosas, aunque al final la vergüenza a resultar ridículos o rematadamente cursis suele dejarlas en un tímido abrazo, en una palmadita en la espalda.
Señor Domínguez, le voy a echar mucho de menos. Su buen humor, su coherencia, su discreción, su compañerismo a prueba de bombas, sus chistes malos, su hospitalidad (y, por supuesto, la de la señora Domínguez), oírle canturrear flamenco a todas horas y, sobre todo, su enorme alegría y ganas de disfrutar de la vida.
Pero no siempre podemos conservar cerca a los que queremos. A veces por motivos tan dolorosos como que no nos hacen bien o porque son ellos mismos los que no desean seguir a nuestro lado, y otras, simplemente, porque cada uno toma un camino.
Así que no me pondré triste y me consideraré afortunada de que los nuestros se hayan cruzado en este tiempo y en este lugar. Gracias por abrirme un poquito las puertas de su casa y de su vida. Mucha suerte, señor Domínguez. Ha sido un placer, de verdad.
2 comentarios:
Qué bonitooooooooo!!!!!!! Hasta los que no le hemos tratado tanto como tú le echaremos de menos.
Miss Chain
Teneis la mala costumbre de marcharos... Esto no se hace.
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