Supercompi 2007

Ocho de la tarde, el candidato número chopecientos al casting de Supercompi de piso 2007 llega puntual a su cita. Abro la puerta y me encuentro con el cantante de los Mojinos Escocíos pero en versión che: pelo largo en una coleta, camiseta sin mangas tipo fan-ochentero-de-Iron-Maiden, brazos fofos llenos de tatuajes estilo carcelario y barriga cervecera.

Da una vuelta por el piso como lo hacen los hombres habitualmente: por encima y fijándose casi exclusivamente en el sofá, la tele y en el DVD. Me pregunta si tengo canales por cable y casi me parece verlo sentado en el sofá, con los pies encima de la mesa, una lata de cerveza en la mano y una peli porno en la pantalla.

Mientras tanto, me voy repitiendo mentalmente que no hay que dejarse llevar por las apariencias, que, como decía Walt Disney, la belleza está en el interior (aunque al final la Bestia se convierta en un dibujo to-buenorro) y le dejo que se explaye.

Es tatuador, no tiene papeles, busca piso urgentemente porque se acaba de separar de su novia, la cual no se ha tomado bien del todo la ruptura y le ha denunciado por robo y por amenaza de muerte. Él, para evitar ir a la cárcel se ha declarado culpable, ha pagado una multa y ahora tiene encima un expediente de expulsión del país del cual se espera librar. No sé si para hacerme reir o para qué (porque mi cara debía ser un poema a esas alturas), me comenta en tono jocoso que el piso le da mal rollo porque está en frente de la comisaría de policía en cuyos calabozos pasó la noche tan sólo unos días antes. Para morirse de la risa, oye.

Rematando la actuación estelar, me pregunta a que me dedico y al oir "periodista" suelta eso de "entonces preguntarás mucho, no?". Joi-joi, es que no puedo más, este tío es tronchante, la monda, la pera limonera.

Cuando al fin logro que salga y cerrar la puerta tengo unas terribles ganas de llorar.