Me caso!!!!!

No, por dios, yo no…

Fue la frase que recibí vía sms hace unas semanas mientras esperaba para entrevistar al político de turno. M-e-c-a-s-o, con muchas exclamaciones, seguido de eso de “vete reservando el día”, etc., etc. Si hubiera sido una conversación, imagino que la frase habría sido gritada con tonito histérico, con fuegos artificiales y fanfarrias de fondo… y yo tendría que haber respondido con otro gritito agudo tipo “tiaaaaaaaaaaaaaaa, enhorabuenaaaaaaaaaaaaaaaaa” (que es lo que puse en el sms respuesta, con muchas exclamaciones, por su puesto).

Pese a que suene frío y desagradecido, lo que pensé en ese momento se aproxima más a un “qué putada” que al “tía, enhorabuena”, y no porque no me alegre por la futura contrayente, que sin duda está cumpliendo uno de sus más preciados sueños en la vida… es que realmente es una putada.

Cuando las bodas las pagaban mis padres, eran divertidas. Mamá sacaba dinero del cajero, mamá compraba vestido, pashmina, zapatos, bolso y abalorios a juego, mamá metía dinero en sobre para regalo, y tú sólo tenías que ir a la boda, comer como si no lo hubieras hecho en un mes y mamarte procurando no perder la dignidad y terminar haciendo el idiota con el mantón en plan Massiel.

Ahora es distinto. Una vez entrados en la treintena, a tus amigos les empiezan a entrar las prisas, y una, que también está en la treintena pero continúa teniendo el mismo sueldo que tenía en la veintena, se levanta cada mañana rezando para que a ninguna de sus amigas les dé por pasar por vicaría, y menos a 800 kilómetros de distancia, y menos en verano.

Pero es ley de vida, como lo es que dentro de unos pocos años el gasto en bodas se transformará en gasto en canastillas para los hijos recién nacidos de tus amigos. Así que, asumiré mi destino: durante unos meses perseguiré a toda amiga que tenga mi misma talla para que me deje un vestido, compraré choped en vez de jamón serrano y en agosto estaré como un clavo cumpliendo el ritual de “tíaaaaaaaaaaaaaaa, pero que guapa estáaaaaaaaaasssssssssss!!!!!!!”, consolándome con que, por lo menos, me he librado de la despedida y no me han sentado en la mesa de las solteronas…